lunes, 28 de abril de 2008

La invasión de las Psico-gatas (versión acortada)

Esta es una versión acortada del relato "La incvasión de las Psico-gatas". Mientras que esta versión tiene 500 palabras, la original tiene casi el doble. Para poder presentarla a un concurso (que no gané de todas maneras), me vi obligado a recortarla. Personalmente me gusta mucho más la versión original que esta ininteligible mutilación. Podéis leerla, con notas adicionales, aquí.


La invasión de las Psico-gatas (versión acortada)

A veces, cuando te pasas toda una noche sin dormir, la adrenalina recorre tu cuerpo durante todo el día siguiente, para impedir que te quedes dormido.

-¿Café?

No me apetecía ninguna bebida excitante o tranquilizante ya que, mientras mis párpados caían pesadamente, mis piernas no se paraban quietas. Al final me tomé una manzanilla y fui al despacho del jefe.

-Pérez, sus informes no están bien. Demasiado extensos. Y algunas cosas no vienen a cuento. ¿Qué es esto de la conspiración? ¿No ve que la situación es desesperada? ¡Los hombres-perro han sufrido muchas bajas!

-¿Eh?

-Digo que es más importante la estadística financiera. ¿Me está escuchando, Pérez?

Suspiró.

-Debería organizarse sus ideas. Si sigue así arruinará su carrera. Duerma. Lo necesita.

Toda la noche trabajando y resultó que no le gustaba al señorito. Y no me había recuperado de la fiesta con los González. Pero los reharía cuanto antes. Empecé a redactar.

La tensión se palpaba en el ambiente. ¿Cuánto de grande era el peligro? No sabía yo cuánto era cierto de todo eso, pero no podía preocuparme, tenía un informe que terminar.

El teléfono me interrumpió. Era mi Dani. No podía estar mucho tiempo sin hablar conmigo, el pobre. Comprensivo, enseguida me dejó continuar con mi trabajo.

Al rato, se oyó un gran estruendo afuera. Algo muy grande había chocado contra otro algo. Probablemente un autobús. Nadie se inmutó.

No hubo más ruidos. Yo seguí con mi trabajo.

Pasado un tiempo, la puerta se abrió violentamente y empezaron a disparar. Algunos reaccionaron, pero otros seguían escribiendo, ignorando los proyectiles. No sufrían heridas. ¿Usaban escudos invisibles? ¿Por qué nadie me había hablado de ellos? Si llego a saber que esto iba a pasar…

Una de las mujeres-gato me apuntó y me preguntó por qué la miraba así. ¿Se burlaba de mí? Parecía que al final me sería útil la adrenalina.

-¡¡No me cogeréis con vida!!

Agarré el ordenador y se lo estampé en la cara. Todas me apuntaron con terror. Sabrían que algunas de mis hazañas eran tan conocidas como las de los hombres-perro. Luché furiosamente. Una consiguió agarrarme y me puso las esposas-gata en un descuido. Le partí la cara con mi codo.

Contra tantas no podía luchar, y menos con las manos así. Desesperado, me lancé contra la ventana, y caí al vacío entre cristales y balas perdidas. Suerte que estamos en un primer piso.

-No podrás escapar, conocemos tus debilidades.

El beso femenino me cogió por sorpresa. Era cierto. Esos seres pueden averiguar mentalmente nuestras debilidades. Con repugnancia, me quité de encima al baboso ser y de pura rabia rompí mis esposas. Sin que pudiese reaccionar, le quité la pistola y la acribillé a tiros.

Todos salieron de la oficina. Habían acabado pronto con la plaga de arriba. Me miraban como se mira a un héroe. Estaba orgulloso. Dormiría bien esa noche.

Al día siguiente, me dijeron que estaba despedido.

FJ García, 2008.

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