miércoles, 30 de abril de 2008

Un País Redondo

por FJ García

Érase una vez una isla tan redonda que parecía marcada por un compás. No gozaba de cabos ni golfos. Su conquistador, maravillado por el descubrimiento, fundó allí un país. Por supuesto, le puso nombre, pero tan complejo era que, cuando el conquistador murió, decidieron apodarlo “Ísla de Redonda”, debido a su forma.

Don Círculez era el actual presidente de “Ísla de Redonda”. Estaba muy orgulloso de haber ganado a su oponente -Cuadradez- en las elecciones. Nadie había votado a Cuadradez porque su nombre no concordaba con el de la isla, tan orgullosos eran los habitantes.

Un mal día sucedió que hubo un pequeño terremoto en un lugar de la isla. Nadie resultó herido pero el terremoto habia formado un pequeño cabo, de no más de dos metros de largo. Obviamente, esto no tenía la menor importancia, pero tanto Círculez como el resto de la población lo tomaron como una horrible catástrofe: ¡Ya no eran “Ísla de Redonda”! Círculez tuvo una idea y así la expuso a su gente:

-¡Construiremos una máquina tan grande y tan potente que logrará arrancar ese cabo!

Todo el mundo votó a favor (excepto Cuadradez) y comenzarón a diseñar los planos. Durante la contrucción de la máquina, los habitantes del país trataron de convencer a los turistas de que no fueran a esa parte de la isla con frases como:

-En este otro sitio está estre otro monumento...

-¿Por casualidad no habrás visitado la ciudad de...?

-¡Ni se te ocurra poner un pie allí! Cuenta la leyenda...

-Ahí no vayas y punto.

Para cuando acabaron de construir la máquina ya habían cambiado dos veces de presidente. El presidente al que le tocó probar la máquina y arrancar el cabo se llamaba Martresce. Al presidente Martresce le salía todo mal (de hecho, había formado una asociación secreta durante las elecciones cuyo objeto era que ganase su oponente) y cuando intentaron arrancar el cabo bajo sus órdenes, formaron un amplio golfo. Mordiéndose las uñas, ordenó que tapasen el susodicho golfo con piedras. Dibujó los planos correspondientes e intentó dimitir. Esto último fue lo único que le salió bien en la vida.

El siguiente presidente se llamaba Akiman Dolló. Como Akiman no confiaba en Martresce, revisó una vez más los planos que decían cómo tapar el golfo con piedras. Confirmando sus sospechas, el presidente Dolló descubrió que los planos eran erróneos y corrió a avisar a los encargados. Pero ya era tarde: En el lugar de los hechos hubo un derrumbamiento que se llevó gran parte de la costa y un plueblo entero. Ahora el golfo era de más de dos kilómetros de ancho y a su lado se habían formado otros dos cabos.

Como al presidente Akiman Dolló le dio un ataque al corazón al enterarse de la noticia, tuvieron que repetir elecciones. El ganador esta vez se llamaba Zoico Ruptoó y fue él quien dirigió el rescate de la gente que se había quedado atrapada en los escombros al llevarse las piedras el pueblo (aunque sólo usó la mitad del dinero que necesitaba para ello...).

Al enterarse Zoico Ruptoó de que entre los supervientes había un turista extranjero, le sucedió lo mismo que al anterior presidente. ¡Cuando el turista contase lo del golfo y los cabos, la noticia correría muy rápido por todo el mundo y dejarían de ser “Ísla de Redonda”! Hubo histeria general despues de tantas catástrofes. Nadie se presentó a las elecciones siguientes, por lo que no hubo a quien votar, y todos pensaban que era el fin del mundo.

Pero es aquí donde regresa un personaje que ya teníamos por olvidado en esta historia: El presidente Cuadradez, que había perdido las elecciones contra Círculez hacía varios años. Cuadradez tomó la palabra en el congreso y así habló a los habitantes del país:

-¡Pobladores de “Ísla de Redonda”! ¡Escuchad con atención mis palabras! ¡Al intentar extirpar el cabo sólo hemos conseguido catástrofes! ¿Y por qué hemos intentado quitarlo? ¡Porque si se queda ahí perderemos un estúpido nombre que ni siquiera es el que en un principio nos adjudicó el descubridor de la isla! ¡Ciudadanos, ya va siendo hora de tragarnos el orgullo! Si a alguien le llaman “El bajo”, ¿Por qué ha de apenarse si crece? Si a alguien le llaman “El flaco”, ¿qué tiene de malo que engorde? Entonces, si nuestro mote es “Ísla de Redonda”... ¡¡¡¿A qué vino esa histeria general producida por un maldito cabo de medio metro?!!!

En la sala se hizo el silencio durante la pausa de nuestro protagonista.

-No tengo más que decir.

Y se sentó, y dejó que la historia siguiese su curso.

FJ García, 2004

1 comentario:

Manosfrias dijo...

Muy bueno como cuento infantil xDD

De lo mejorcito!!

Quizas deberías pensar que lo ilustren podría quedar guay^^

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